martes, 30 de septiembre de 2008

IX Encuentro: Con-ciencia en el bar


Los Camaradas de la ciencia invitan a su noveno Encuentro Cercano con la Ciencia, de la serie "La ciencia en el bar", en su primer aniversario de actividades, con la charla:
Con-ciencia en el bar
(2 de octubre, 40 años, no se olvida)


Impartida por la Maestra en Historia Mirna Benítez, de la Facultad de Sociología de la Universidad Veracruzana, con la participación de la organización teatral Chicantana. La cita es en el Resto-Bar La 5a, ubicado en Ruiz Cortines núm. 505, frente a Los Lavaderos, en esta Ciudad de Xalapa, Ver., ese mismos día, dos de octubre, cuarenta años después, a las 20:00 horas. La entrada es gratuita, el consumo no.

Sobre el dos de octubre
Elena Poniatowska escribió: "Esta larga marcha (a veces jubilosa, otras aterradora porque había muertos y encarcelados) terminó en la Plaza de las Tres Culturas, el 2 de octubre de 1968, a las seis y diez de la tarde, a manos del Ejército y del Batallón Olimpia, compuesto por hombres vestidos de civil que llevaban un pañuelo o un guante blanco en la mano derecha para identificarse.

En el momento en que un estudiante anunció, a las 6:10, que la marcha al Casco de Santo Tomás del Politécnico se suspendía, en vista de que 5 mil soldados y 300 tanques de asalto tenían rodeada la zona, un helicóptero sobrevoló la plaza y dejó caer tres luces de bengala verde. Se oyeron los primeros disparos y la gente empezó a correr.
–No corran compañeros, no corran, cálmense, son balas de salva.
Muchos cayeron. El fuego cerrado y el tableteo de las ametralladoras convirtieron la Plaza de las Tres Culturas en un infierno. Según la corresponsal del diario Le Monde, Claude Kiejman, el Ejército detuvo a miles de jóvenes a quienes no sólo mantuvo con los brazos en alto bajo la lluvia, sino que humilló bajándoles los pantalones. Algunos golpearon desesperados la puerta de la iglesia de Santiago Tlatelolco:
–Ábrannos, ábrannos –gritaban.
Los franciscanos nunca abrieron…"
Ver las imágenes del 68 es darse una idea de la magnitud del peligro. Los soldados le disparaban por detrás a la gente que llegó a los hospitales con heridas en el cuello, la espalda, los glúteos, las piernas.
El mismo 2 de octubre, cuando la doctora en antropología Margarita Nolasco logró salir de la plaza, abrió la ventanilla del taxi que la llevaba a su casa y gritó a los peatones en la acera, a la altura de la Casa de los Azulejos:

– ¡Están masacrando a los estudiantes en Tlatelolco! ¡El ejército está matando a los muchachos!
El taxista la reprendió:
–Suba usted la ventanilla, señora, porque si sigue haciendo esto, tendré que bajarla del coche.
Él mismo cerró la ventanilla.
La vida seguía como si nada. Margarita Nolasco perdió el control. "Todo era de una normalidad horrible, insultante, no era posible que todo siguiera en calma". Nadie se daba por enterado. El flujo interminable de los automóviles subiendo por la avenida Juárez seguía su cauce, río de acero inamovible. Nadie venía en su ayuda. La indiferencia era tan alta como la de los rascacielos. Además llovía.
El 3 de octubre de 1968, los periódicos, para colmo, acusaban a los estudiantes: El Día, Excélsior, El Nacional, El Sol de México, El Heraldo, La Prensa, La Afición, Ovaciones minimizaron la masacre. El Universal habló de Tlatelolco como un campo de batalla en el que, durante varias horas, terroristas y soldados sostuvieron un combate que produjo 29 muertos y más de 80 heridos en ambos bandos, así como mil detenidos. Sin embargo, Jorge Avilés, redactor de El Universal, alcanzó a escribir: "Vimos al Ejército en plena acción utilizando toda clase de instrumentos, las ametralladoras pesadas empotradas en una veintena de jeeps, disparaban a todos los sectores controlados por los francotiradores". Los corresponsales extranjeros se escandalizaron. "Es la primera vez en mi larga trayectoria que veo a soldados disparándole a una multitud encajonada e indefensa", manifestó Oriana Fallaci.

Dos mil personas fueron arrestadas. Los familiares anduvieron peregrinando de los hospitales a los anfiteatros en busca de sus hijos. En el Campo Militar número uno no cupo un alfiler después de tanto muchacho arrestado. Los periódicos recibieron una orden tajante: "No más información". Informar era sabotear los Juegos Olímpicos.
El 6 de octubre, en un manifiesto "Al pueblo de México" el Consejo Nacional de Huelga declaró: "El saldo de la masacre de Tlatelolco aún no acaba. Han muerto cerca de 100 personas de las cuales sólo se sabe de las recogidas en el momento: los heridos cuentan por miles". En Posdata, Octavio Paz recogió el número que el diario inglés The Guardian consideró más probable: 250 muertos.
El periodista José Alvarado escribió: "Había belleza y luz en las almas de los muchachos muertos. Querían hacer de México morada de justicia y verdad, la libertad, el pan y el alfabeto para los oprimidos y olvidados. Un país libre de la miseria y el engaño."Y ahora son fisiologías interrumpidas dentro de pieles ultrajadas.""Algún día habrá una lámpara votiva en memoria de todos ellos."
A partir de esa fecha, muchos nos dimos cuenta de que habíamos vivido en una especie de miedo latente y cotidiano que intentábamos suprimir, pero había reventado. Sabíamos de la miseria, de la corrupción, de la mentira, de que el honor se compra, pero no sabíamos de las piedras manchadas de sangre de Tlatelolco, de los zapatos perdidos de la gente que escapa, de las puertas de hierro de los elevadores perforadas por ráfagas de ametralladora".

Líderes y base golpeados, torturados, desaparecidos. Familiares que buscaban a sus hijos o hijas, hermanos, primos, padres. Amigos que necesitaban saber de "su cuate", su ñero, "su carnal". No más marchas, no más propaganda, no más rebeldía, no más búsqueda de apertura y diálogo. Sí a la tregua, sí a la reflexión, sí al miedo pero NO AL OLVIDO.
Los juegos olímpicos, los juegos de "La Paz", dieron inicio el día doce de octubre de 1968. Por primera vez una mujer, Enriqueta Basilio, encendía el pebetero olímpico. La fiesta, la alegría y la necesidad de enfrentar un shock social atenuaba lo sucedido sólo diez días atrás, pero otros actores, y ellos dentro de las competencias, subían al podium de los ganadores con su mano en alto portando guantes negros para evidenciar el "Black power". Indudablemente 1968 había sido escenario de nuevos fenómenos que cambiaron la cultura mundial.

No hay comentarios: